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LA NACION

Septiembre 3, 2010 a las 3:40 am

ALEXANDER MOLINA GUZMÁN

El lunes pasado se graduó un grupo de 25 Agentes Cívicos de Tránsito para apoyar en diferentes labores al personal de agentes con que cuenta la Secretaria de Tránsito Municipal de Neiva. Esta experiencia es la primera que se realiza en el país y, sin duda, es una gran iniciativa. Lo que quiero resaltar es lo siguiente: que haya un heterogéneo grupo de ciudadanos que estén dispuestos a sacrificar parte de su tiempo, sin ánimo de lucro, ¡ad honórem!, para coadyuvar no sólo en labores de control y vigilancia, sino en fomentar y cimentar la cultura ciudadana en un tema tan álgido como lo es el cumplimiento de las normas de tránsito, ¡es para aplaudir! Esta es una prueba de que sí existen ciudadanos, no importa su estatus, que se la juegan a carta cabal para hacer lo que el artículo 95 de la Constitución establece en materia de deberes y obligaciones ciudadanas, en su numeral 5: participar en la vida cívica del país. Pero, como no falta el pero, es necesario que la otra parte, los que de diferentes formas debemos cumplir las normas de tránsito, nos integremos a ese civismo. Perdónenme por la perogrullada, pero las infracciones al Código de Tránsito de Colombia suceden es por una elemental cultura ciudadana de todos nosotros. Por ejemplo, pasarse un semáforo en rojo y producir un accidente no es culpa de la secretaría de tránsito, ni del alcalde, ni de los agentes de tránsito…es culpa directa de quien debió haber respetado esa señal de pare ¡Punto! O ¿qué culpa tienen los organismos o personas que controlan el tránsito con el conductor imbécil? Sí, aquél que conduce en estado de embriaguez, o el que hace carrera de carros en vías de la ciudad. Es que definitivamente no hace falta salir a la calle para respirar, valga la redundancia, esa falta de cultura ciudadana que padecemos.

Es una distinción para la ciudad de Neiva que tengamos personas de estas calidades cívicas que ofrecen un excelente ejemplo de participación ciudadana. Ojalá, que dentro de las labores que tengan que desempeñar sean tratados con decoro por parte de la ciudanía, porque definitivamente como dijo Héctor Lavoe: “la calle es una selva de cemento…” No vaya a ser que esa jauría de infractores de tránsito los trate ásperamente, no sería justo para ellos, para la ciudad y para la misma cultura ciudadana que tanta falta nos hace.

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